La posibilidad y conveniencia de producir viviendas por métodos industrializados se ha venido planteando desde los orígenes mismos de la revolución industrial. A principios de los años 60, la introducción de nuevos procesos de elaboración entre la materia prima y el edificio construido constituyó el primer paso hacia la construcción industrializada[1]. La idea de poder construir viviendas de forma masiva mediante procedimientos similares a los que la industria utilizaba para la fabricación de otros productos, se convirtió en el ideal de una sociedad para la que se pronosticaban importantes cambios en todos los sectores económicos y culturales.
La industrialización tuvo su momento de máximo apogeo cuantitativo en la época de la reconstrucción de la segunda postguerra mundial y se mantuvo hasta el final de la década de los setenta, siendo los grandes paneles de hormigón el logotipo de estas formas de hacer y los sistemas cerrados la estructura organizativa más generalizada para responder a los grandes déficits que azotaban los parques de viviendas de Europa.[2]
Esta primera generación de la industrialización se caracterizó por la euforia de arquitectos y diseñadores con propuestas utópicas y por realizaciones con una contribución directa a la racionalización de la edificación, el aumento de rendimiento y la suplencia de la carencia de oficios.
Esta euforia vivida durante más de una década, tanto a nivel propositivo como constructivo fue dando paso al escepticismo. La rigidez de los sistemas, la escasa calidad de los resultados y la limitada repercusión en el precio final de mercado[3] hicieron que poco a poco se fueran desviando los focos de atención hacia otros derroteros.
[1] “En nuestro país existe un vacío en la aplicación de sistemas de prefabricación y de procedimientos industrializados; nuestras necesidades de postguerra y de crecimiento en el período de desarrollo fueron encarados mediante métodos y formas de hacer tradicionales. Estos procedimientos tradicionales no son exactamente tales, ya que en primer lugar no utilizan técnicas que puedan suponerse unidas a determinadas tradiciones constructivas y fundamentalmente porque existen aspectos, de mecanización, de dependencia tecnológica, de utilización de productos y semiproductos de financiación y gestión del propio proceso, qué alejan el proceso constructivo llamado tradicional de las forma de hacer que caracterizaban a las antiguas formaciones sociales.”
Salas, Julián. Alojamiento y tecnología: industrialización abierta? Madrid, Instituto Eduardo Torroja de la Construcción y del Cemento, 1981. -159 p
[2] Salas, Julián. Alojamiento y tecnología: industrialización abierta? Madrid, Instituto Eduardo Torroja de la Construcción y del Cemento, 1981. -159 p
[3] A pesar de los numerosos intentos de conseguir una mayor rentabilidad con métodos de prefabricación y racionalización, no se lograron ahorros significativos de costes frente a los métodos de construcción convencionales.
Krippner, Roland. “Construir con sistema (s) - ¿Aprender de los 60?” // Detail 2, 2003, pp.130-133.
martes, 10 de marzo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario